miércoles, 3 de junio de 2009

JOAN MIRÓ
Es el máximo representante del surrealismo abstracto, aunque fue solamente una fase dentro de su producción.
Sus cuadros están llenos de poesía. Pinta con colores puros y tintas planas. La obra clave en su evolución es El carnaval del arlequín (1924).
Crea un mundo propio que se abre paso a la abstracción. Sus imágenes son simples, con pocos trazos, a la manera de los niños. Rechaza la perspectiva, el modelado, el claroscuro y el acabado minucioso. Traza signos abstractos, simples, que no tratan de expresar una idea, sino que desean bastarse a sí mismos y son extraídos de lo irracional.
Personajes de noche, El bello pájaro descifra lo desconocido a una pareja de enamorados, Naturaleza muerta con zapato viejo, Mujeres y pájaros en claro de luna.
Los años de la guerra civil española y mundial lo alejaron de la aventura surrealista. Una de las últimas obras fue el revestimiento cerámico del edificio de la UNESCO en París, Noche y día.

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